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miércoles, 19 de septiembre de 2012

Monje, café y princesa


El maestro Schadeli emprende su viaje hacia Mokha. A su lado uno de sus más apreciados discípulos: el monje árabe Ali Ben Omar. Ali se ve preocupado, pues su maestro no goza de muy buena salud. A pesar de todo se dirigen decididamente hacia aquel lugar para cumplir su misión: ayudar a la población a luchar contra la temible peste que la azota.

La preocupación de Ali se acentúa al ver a su maestro agravarse con el avance del camino. Ali le propone al maestro descansar un poco a la sombra de una colina. Unos minutos más tarde, duermen. Al despertar, el discípulo mira a su maestro inmóvil, tranquilo. Se acerca para observarlo mejor y descubre una palidez extraña en su rostro. Al tocarlo siente el frío de la muerte. Su maestro no lo acompañará más. Lo sepulta bajo un montón de piedras que recoge de los alrededores del lugar.

¿Qué hacer ahora? ¿Regresar?¿Continuar? Una visión celestial está ahora ante él. Un ángel le alienta a continuar el viaje. En Mokha lo esperan.

Princesa árabe
Al llegar a la población Ali es recibido con alegría. Es la esperanza de muchos que habían escuchado sobre el poder sanador que se desataba con sus oraciones (lo que la leyenda no dice es por qué no oró por la sanidad de su maestro). Muchos son sanados luego de las oraciones de Ali.

Una presencia especial se sintió en el recinto donde la gente acudía a ver a Ali. Una joven cuya hermosura no podía ser opacada, ni siquiera por las señales de la enfermedad, fue traída ante el monje. El hombre sintió algo especial al verla; tal vez aquello que siente un varón cuándo cree estar frente al amor de su vida. Su oración por aquella mujer fue muy especial, salió de lo profundo de su ser. Y si, ella fue sanada. Y comenzaron los problemas para Ali. Después de todo, el amor humano siempre viene con ellos.

La joven resultó ser nada más y nada menos que la hija del rey, a quién no le pareció nada agradable el hecho que aquel monje se fijara en ella. La acción del rey fue radical: el destierro de Ali (¡así paga el diablo a quien bien le sirve!).

Planta de Café
Ali Ben tuvo que vivir en la soledad de las montañas por algún tiempo. Una mañana, después de un largo ayuno y de un profundo sueño, fue despertado por el melodioso canto de un pájaro desconocido por él. Sintió curiosidad y quiso verlo de cerca. Al seguir al cantor, llegó a un lugar donde encontró una planta con unas pequeñas pero hermosas flores blancas y con frutos de color verde unos, rojo otros, y amarillo otros más. Ali pensó que la providencia lo había llevado hasta aquella planta, así que recogió algunos frutos y los llevó a su morada. Allí los tostó y preparó con ellos una infusión que le devolvió el ánimo y le dio una sensación agradable de energía.

De vez en cuando pasaba por el lugar donde el monje vivía, algún viajero cansado. Ali les brindaba aquella infusión que les ayudaba a sentirse vigorosos. De esa manera, la bebida de Ali se hizo famosa en las provincias de los alrededores, a tal punto  que el descubridor fue llevado hasta  el reino y recibido con honores por todos sus habitantes.
Al fin juntos

Hasta el rey se sintió ahora complacido con la estimulante bebida. Le gustó tanto el efecto de la infusión que decidió premiar al monje que la había descubierto. Y el premio fue el más grande que le habrían podido ofrecer a Ali: la hija del rey, la princesa que él amaba.

Tal vez sus oraciones hayan tenido algo que ver con esto. ¿No creen?

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